miércoles, 23 de junio de 2010

Capitulo ||| primera parte "costruyendo"

Instintivamente acaricié la mesa del recibidor, estaba feliz de volver a casa, a mi casa, sonreí pensando que todas las casas de mi familia eran iguales o muy similares. Techos victorianos. Paredes color hueso, suelos de duela, y mármol, acogedoras siempre para los de mi especie.
Volteé a ver a Soto, estaba soltando las maletas en el suelo de mármol. Me miro y sonrió, se acerco y me estrecho contra él.
- Debes cambiarte y darte un baño-dijo con voz seductora- apestas- dijo arrugando la nariz, me soltó y se hecho a reír a carcajadas. Lo mordí en el brazo y se calló.
Volteé y subí directo a mi habitación, cuando entré asentí para mi misma; llena de satisfacción, todo seguía igual a como lo había dejado.

Me dirigí hacia el closet a buscar algo más decente. Unos jeans serian buenos, encontré unos hermosos skinny jeans, una blusa de algodón de cuello “v” y unos tenis usados. Suspiré, “con esto debe ser suficiente” pensé.
Fui distraídamente hacia el cajón de la ropa interior y saque lo primero que apareció, bragas y un sujetador.
Caminé al baño con una toalla blanca esponjada. El baño de mi habitación en Río era pequeño, solo tenia lo necesario, aunque contenía muchos espejos para ver mi cambio.
Pasé sin mirarme realmente y entré en la regadera. Me desvestí y coloqué en el suelo la ropa que traía puesta, entré y abrí la llave de la regadera. El contacto con el agua suavizo mis terminaciones nerviosas, tallé mi cuerpo y cabello de modo ausente. Cuando termine, jalé la toalla colgada en el vidrio delantero de la regadera y envolví mi cabello. Me enfunde en una vaporosa bata de algodón y sandalias acolchadas, Salí del baño, caminé hacia la ropa limpia y me cambié.
Cuando terminé, bajé las escaleras, Soto estaba sentado en un sillón de piel blanca de la sala, veía con aire ausente el televisor; cuando sintió mi mirada, volteo y sonrió.
- Mejor- rió - mucho mejor- hice un mohín, se estiró en el sillón y se puso de pie. Caminó hacia mí y volteó hacia la cocina, lo mire confundida y volteé con él. Como si fuera a comer, Roberto estaba sentado en un banquillo de la cocina, leía una revista. Cuando noto que lo observábamos volteó y me sonrió amablemente.
Su aspecto era salvaje. Un vampiro de 1.92 m, cabello castaño oscuro largo hasta los hombros, sujetado en una coleta con un listón de terciopelo negro, vestido simplemente con unos vaqueros de piel y un chaleco de ciervo, de tez olivácea y ojos color violeta, con objetos de sus victimas, trofeos, según sus palabras; iba descalzo y con la piel manchada de barro seco. Silbó al verme con detenimiento.
- Mucho mas civilizada- dijo sonriendo. En un segundo estaba frente a mí, en el espacio entre nosotros paso una brecha de viento, su olor era a vino, uvas en cosecha. Simplemente delicioso.
Pasó su mano por mi mejilla, respondí con un leve gruñido animal. Era tan perturbador verlo, su aroma tan exquisito. Tendría unos 27 años mortales cuando murió y se convirtió y un poco más de 450 años en la nueva vida, él conocía a mi abuelo. Acunó mi cabeza con su mano- te veías extraña; bueno-sonrió tiernamente- de cómo te recuerdo- revolvió mi cabello, sonreí. -¿piensan quedarse mucho por aquí?- preguntó.
Volteó hacia Soto, aun acunando mi cara. El estaba acariciando con aire ausente la puerta del refrigerador, al sentir el escozor de su mirada volteo enfurruñado.
-No lo se- dijo con voz monocorde y volteo a verme- no se que piense hacer - me dirigió una mirada frustrada- aun nadie puede acceder a su mente- volteó hacia la ventana del fregadero y le sonrió a una criada. Era una de las nuevas, ella lo miro y se volteo visiblemente apenada.
Roberto me miró, como estudiándome. Sentí como su mente merodeaba mi escudo intentando descubrir una falla o perforarlo. Le sonreí fanfarronamente y arqueé las cejas. Recreé su mano en mi piel y mis sentimientos acerca de ello. Se sentó en el banquillo en el que se encontraba antes de encontrarlo, suspiró y se cubrió la cara con las manos.
- Vaya- dijo al fin. Relajó su cuerpo al caer en el banquillo- ¿deseas quedarte más tiempo?- pregunto viendo el suelo marmóreo de la cocina. Me acerque a él.
- No puedo- contesté- el clima es horrendo- reí- no es verdad- me senté en el banquillo contiguo al suyo- necesito ver a Hale, es importante- pase mi mano por su brazo- pensaba irme hoy al anochecer- dije mirando su brazo.
Debían ser las cuatro de la tarde, voltee a ver el reloj en la pared frente a mi 4:36 pm debían ser 2:36 en México, Hale llegaría a las cinco de la tarde a casa y eran cuatro de viaje en avión
- Pero gracias por tu hospitalidad- sonreí de manera ausente, pero gentil- tal vez en otra ocasión- me puse de pie y camine hasta donde estaba Soto. Jalé su brazo suavemente. El seguía viendo a la criada nueva.
- ¿Quién es ella?- susurre sensualmente en su oído, volteo a verme. La chica me miraba enfurruñada desde afuera. Soto sostuvo gentilmente mi cara con su mano.
-Es nueva, sabes; talvez me la coma, Hale aun no sabe que esta aquí- sonrió y levanto una ceja- hace tanto que no pruebo sangre humana- su voz era sensual pero al decir humana había adquirido ese tono fiero de depredador, “justo el Soto que conozco”.
Dejó caer suavemente su mano y se sentó en el mueble para preparar comida de la cocina de espaldas a la ventana. Recargó su cabeza en la parte intermedia de las ventanas y llevo sus manos a su cara, la restregó y volteó a verme.
- Entonces, ¿nos vamos hoy?- preguntó. Asentí - de acuerdo- de un salto ágil, casi como una pantera, se puso de pie y en un segundo se deslizo hacia la entrada de la cocina, me dirigió una mirada serena y desapareció.
Me quedé plantada en el suelo hasta que sentí los brazos de Roberto en mi cintura. Me deshice de su abrazo y caminé hacia la puerta de la entrada.
Soto estaba parado con dos maletas en el suelo. Llevaba un bombin negro y se había colocado otra cazadora de piel, sonrió tímidamente.
-¿Lista?- pregunto mirando hacia el suelo. Se veía tan diferente con ese semblante, tan inocente. Pensé en un lobo con piel de oveja. La comparación me hizo sonreír, al ver esto, intento penetrar mi mente al sentirlo le arroje imágenes de como se veía y su comparación, cuando finalice, comencé a reír y Soto coreo mis risas. Roberto nos veía consternado.
De pronto Soto me atrajo hacia él con fuerza y potranco su brazo en mi cintura. Gruñó y Roberto se lanzo sobre nosotros. Soto me lanzo hacia las escaleras y se interpuso entre Roberto y yo. Aterricé en posición gatuna y gruñí hacia Roberto. Me incorporé y me acerqué a ellos. Roberto tenía a Soto en el suelo con la cara hundida en el mármol y Soto había tomado la cabellera de Roberto y la jalaba hacia atrás. Recreé un concierto y me acerque a ellos “esto debe ser de alguno de los dos seguro” pensé.
Tomé a Roberto por la cintura y tire de él. Como pinza soltó a Soto. Lo lancé hacia el sillón del recibidor. Aterrizó estretoneamente pero no se movió. Tomé a Soto por la espalda y lo levante, lo puse frente a mi.
-¿Qué diablos fue eso?- sisee entre jadeos.
Soto y Roberto sonrieron y pusieron los ojos en blanco. Roberto se levantó y comenzó a acecharme. Me puse en guardia, mostrando mis colmillos.
Iba a saltar cuando advertí una mirada. Me detuve como estatua. Charly estaba ahí, en el ventanal de la puerta principal, sentado, observándonos. Cuando se vio descubierto esbozo una leve sonrisa, y de un salto de casi diez metros, aterrizo como si cayera una pluma en el suelo. Caminó hacia mí y me estrecho contra él. ¿Qué era eso? Lo separe de mí de un empujón y lo estudie, molesta. Su rostro era, como de costumbre; algo indescifrable, tan sereno, tan falto de expresión que dolía, hasta que apareció una sonrisa cómica en sus labios.
-Si corriéramos llegaríamos en tres días- dijo intentando sofocar su acceso de risa, voltee a ver confundida a Soto. Este estaba con la cabeza gacha y el ceño fruncido, se veía como un niño regañado. Regresé mi vista a Charly.
- Lleva las maletas al coche, yo la voy a regresar a casa- dijo. Soto gruño y salio por la puerta con las maletas. En medio segundo apareció frente a Charly.
-Listo jefe- dijo ácidamente con la mandíbula apretada. Charlie le sonrió amablemente, me tomo por el brazo y me condujo hacia la puerta.

domingo, 20 de junio de 2010

Capítulo II Orientación

Había vagado varios meses, y para cuando me detuve estaba muy sedienta; debía estar en alguna parte de la Amazonía cuando la vi tumbada y llena de fango, estaba sollozando, se sentía enferma y estaba débil, había escapado del hospital.
Caminé hacia ella esperando ser sigilosa y que no se diera cuenta que la vigilaba. De la nada volteó la cabeza hacia mi y me enfocó; tardó un par de minutos hacerlo pero, cuando lo logro entré en su mente y me vi a través de ella.
Un aura pintaba mi cuerpo haciéndome parecer un ángel. Vestía unos vaqueros gastados, una cazadora de piel a punto de morir, una camiseta de algodón marrón por el fango e iba descalza, un verdadero espectáculo de belleza.
Sonreí y salí de su mente. Me acerque descaradamente a ella y la tomé en mis brazos. Mí tacto era frío, eso la asusto un poco, pero después se calmó.
-¿Quién eres?-pregunto. Le vino un acceso de tos, me acerque a ella para oír su corazón, sus órganos colapsaban; iba a morir. Le sonreí compasivamente.
- Digamos que soy quien te puede ayudar a que te recuperes, ¿te interesa?- dije arqueando una ceja y sonriendo. Ella negó lentamente con la cabeza, me sentí culpable por ser tan directa, le sonreí mas tímidamente y se acomodo en mis brazos fríos.
- Soy Valery- dijo la chica desprendiendo un aroma a muerte y calor hermoso.
- ¿Sabias que no debes confiar en un extraño Valery?- pregunte divertida. Tosió una vez mas, manchando mi camiseta de sangre, eso despertó la llama que quemaba mi garganta. Arrugué la cara.
Valery me veía fascinada, junte las cejas y la comencé a ver bien. Tenía los ojos del mismo color que yo, la boca un poco más pequeña pero muy parecida a mí, el cuerpo igual de delgado que el mío – ¿que es lo que te sucede?- pregunté realmente consternada, “digo nadie se va enfermo a la selva solo por el placer de ir ¿no?” pensé para mi, se abrazo las costillas, este simple acto me hizo ver lo frágil que era.
- Verás, sabes que estoy agonizando, ¿cierto?- pregunto en un susurró- pues prefiero morir en un lugar bonito, que en una cama de hospital, oliendo a desinfectante- “bueno claro, si yo hubiera elegido mi muerte habría hecho lo mismo, aunque mi deleite no era precisamente la selva” pensé.
“Imbecil”, una vocecita dentro de mi me reprocho a gritos “tu naciste muerta así que deja de pensar idioteces y concéntrate”, volteé a verla , se veía cada vez mas cansada- si te pidiera algo, ¿lo harías?- sonreí forzadamente.
- Depende de que me pidas- susurre para ella, me miro y un nuevo acceso de tos vino a ella. Cuando terminó de toser le limpie la cara con la mano. Este gesto hizo que una de sus calidas lágrimas saliera de la comisura de uno de sus ojos.
-Veras, ya no quiero estar así, deseo que alguien me ayude a- se acomodo en mis brazos- a morir- escuchar la palabra que dijo me hizo sentir consternada, solo un humano muy adolorido haría lo que ella, pedirle a otra persona, un completo desconocido que la “ayudase” a morir. Tragué saliva en mi de por si seca y ardiente garganta.
- Bueno; no lo se, debería consultarlo con la almohada,- dije con un atisbo de humor y volteé a ver a mi alrededor- pero aquí no hay- comencé a reír llena de nerviosismo, me sentía vulnerable ante aquella fuente de comida, si la bebía quedaría satisfecha como para regresar a casa y vivir unas semanas serena, hice una mueca- esta bien, ¿qué deseas que haga por ti?- estaba decidida a tomarla si era necesario. Me miro.
- Quiero que me ahogues- dijo ella. Abrí los ojos y sonreí irónicamente, debía ser broma, ¿ahogarla y dejar que su sangre se desperdiciara llenándose de agua? Nunca. Fruncí la cara.
- No, eso no- dije juntando las cejas- es que aun no ves lo que soy. Por dios- me sentí poderosa hasta rayar en la fanfarronería- podría matarte de otra manera menos tardada y dolorosa, pero debes pedirme algo a cambio; así como un trueque- me miro extrañada. La cara que puso me hizo sentir culpable. Había olvidado dejar de verla a la cara- si, veras; me das tu vida y a cambio me pides lo que quieras- se quedo pensado unos minutos.
-¿Así como un genio?-pregunto con un atisbo de humor. Asentí.
-Si, algo así- dije sin convicción, si me iba a convertir en un monstruo traga humanos debía ser completo. Me encogí de hombros- ¿Qué te parece?
- Buen trato, ¿que quieres de mi?- se veía dispuesta a complacer mis peticiones.
- No es difícil de imaginar Vale –acto seguido le mostré mis colmillos; cuando los guarde la miré preocupada, pero ella parecía no preocuparse por eso, me miro con compasión.
-Sabía que eras diferente, lo note al verte,- tosió y le dio un escalofrió-por eso te pido que me mates-lo sopesé por un momento, ella sabia lo que era y no me temía, pasé mi mano por su cabello.
- ¿Que es lo que quieres de mi?- dije amorosamente quitando el sudor de su frente, respiró con dificultad. Era lo último que iba a pedirme, agonizaba.
- Yo aun tengo familia, necesito que cuides de ellos, de las personas a quien quiero, debes prometer hacer mi vida desde donde se quedó- la miraba con los ojos abiertos como platos, petrificada.
Ella ahora veía a través de mí, sus ojos estaban vidriosos y las lágrimas corrían por sus ojos. Asentí una vez, enjugándolas. Entonces me ofreció su cuello. El néctar que despertó mi hambre como cazador voraz, me acerque lentamente a ella. Cerré los ojos y hundí mis colmillos en su yugular.
Su sabor era indescriptiblemente delicioso, nada que ver con los animales que comía ni con la sangre que me suministraba Josh, mi abuelo y Charlie.
Comencé a ver sus recuerdos, como si viera una película; las veces que había andado a su casa, su familia, sus amigos, nada especifico. Me detuve cuando alguien llamó mi atención; había un chico, se veía febril y débil, estaba en un hospital, yo lo conocía; era un vampiro español, Eric. Ella lo conocía, pero en sus recuerdos se veía triste, decaído; como un pobre loco sentenciado a morir, nada que ver con el vampiro que conocía, ese vampiro hermoso y lleno de vida.
Ahora comprendía porque cuando me conoció me amó. Me quería solo por ser como ella. Como el amor de su vida. Había dejado de verla para no hacerla sufrir. Seguí bebiendo de Valery, las lágrimas rodaban por mis ojos.
Cuando termine la deposite en el barro, se veía tranquila, el poder de ofrecer la sangre era maravilloso, las muertes eran indoloras o había placenteras sesiones de succión para ambas partes.
La observaba cuando apareció un zorro, era su hora de comer.”Vamos amigo, déjala descansar y no te aproveches”. Hice una reverencia y comencé a correr. Ahora ya no viajaba a la deriva. Debía regresar a ver a Hale, él sabría que hacer.
Llegué al bote de Colbat. Me detuve y escaneé el lugar, había alguien. Dejé que mi escudo rodara hasta la presencia, su mirada estaba clavada en mi trasero, con esos jeans se veía increíble a pesar de estar desgastados y sucios, eso me irrito.
-Bonita manera de hacerte sentir… Maldición, deja de verme el trasero, asqueroso pervertido- dije enfurruñada, Soto sonrió socarronamente.
-Hola Carolinee, bonita ropa. Hace meses que no te veía,- se acercó. Me volteé y bufe enseñándole los colmillos. Iba a morderlo, pero ni se inmuto- ¿Dónde estabas?, ¿salvando pobres?- froto su cabello- no tienen muy buen sabor, pero a juzgar por tu color corporal y el tono mas luminoso de piel, ya comiste ¿no?-alzo una de sus pobladas y perfectas cejas y se detuvo a dos metros de mi.
- Sí-contesté sosteniendo su mirada. Se hecho a reír. Me miro de nuevo.
-¿Qué haces en el bote de tu padre?- entrecerré los ojos. Mi padre, hacia casi un siglo que no lo llamaba así, ni siquiera lo recordaba; me hizo sentir un escalofrió en todo mi tiempo inmortal.
Solo había ido dos veces a aquel bote, sabia que él prefería dejar mis cosas en paz, allí había ropa decente para regresar a casa.
Cuando salí de mi ensimismamiento volteé a ver a mí alrededor, Soto había desaparecido. Un par de segundos más tarde apareció de nuevo con ropa para mí.
- Te ahorré el viajecito- susurró ácidamente detrás de mi, contuve la respiración- bueno para que crean que estamos juntos, ya sabes como es esto de ser un Vancouver- beso mi cabeza- vamos a casa- palmeo mi hombro y deposito la ropa en mis mano. Una minifalda, una blusa escotada de algodón y unas alpargatas; debía ser broma, nunca en mi vida había utilizado falda. Volteé a verlo desesperada y él comenzó a reírse, visiblemente divertido de mi reacción- vamos, no encontré nada mejor, además- dijo encogiéndose de hombros, se acerco a mi de nuevo, podía verle las arrugas de los ojos, el fondo de ellos- esas piernas son demasiado perfectas como para arruinarlas con un pantalón ¿no crees?- hice una mueca, pero que demonios, no quería entrar a ese bote.
De mala gana deslicé la blusa por mi torso y me coloque la falda, me senté y acomode mis pies en las alpargatas. Cuando me levante, Soto volteo a verme y silbó.
- Vaya que si eres hermosa, ahora entiendo porque Josué esta tan encaprichado contigo- sonrió, le respondí temerariamente alzando las cejas.
Tiro suavemente de mi brazo. Dejé que me guiara hasta el auto a pocos kilómetros de ahí. Para un tipo como él debía ser un espectáculo grandioso; ver como a una chica se le subía la falda y enseñaba las bragas. Lastima que yo no era esa chica. Cuando comenzamos a correr, utilicé al viento para que mi falda no se levantara, esto irrito a Soto, no pude evitar que se me escapara una carcajada. Al llegar, me deslice suavemente por el asiento de piel del copiloto del coche y me acurruque en él. Soto tardó poco menos de medio segundo en subirse al auto, cuando me vio comenzó a reírse.
-¿Cómoda?- pregunto agarrándose la barriga con las manos y riendo más fuerte, sentí que me ruborizaba, pero ¡eso no era posible! Jamás me iba a ruborizar y puso el coche se puso en marcha.
“Es increíble que un audy no se quede estancado entre el lodo” pensé “bueno” me encogí de hombros “siempre y cuando no sea mi coche, todo está bien”. Sonreí y me concentre en ver mi aspecto exterior, seguro que me veía salvaje, justo como Natalie, con el cabello castaño oscuro, suelto, desenredado y lleno de fango en las puntas. Con una minifalda de mezclilla y una camiseta blanca, acentuando mi piel, ahora llena de barro, mis pies enfundados en un par de alpargatas negras.
- Oye- dijo Soto haciéndome dar un buen salto- ¿tienes frío?- parecía no haberse percatado del susto, lo mire ceñuda.
-¿Frío?- pregunte ladeando la cabeza. Llevo su perfecta mano hacia mi brazo y comenzó a trazar figuritas en él mientras veía como estaba absorta mirando mi brazo.
Tenía los pelos de punta pero extrañamente no sentía frío, negué con la cabeza. Llevo su mano hasta mi cara y acaricio mi mejilla, dejando su mano al final de mi barbilla. Aun seguíamos avanzando por el sendero lleno de fango, pude visualizar a unos veinte kilómetros la carretera de Manacapuru, de ahí hasta Porto Velho y luego viaje de casi tres horas a Rió.
El recorrido fue de casi 6 horas a pesar de ir rápido según mis cálculos, antes de llegar puso música, de esa música violenta que le encantaba. Judas priest, demasiado escándalo para mi.
Entrecerré los ojos del aburrimiento cuando sentí el calor del sol dándome de lleno. Los abrí lentamente y volteé hacia el cielo; Soto había quitado la capota del auto a pocos kilómetros de llegar a casa. Vivíamos en el parque ecológico de Río de Janeiro, Hale lo había comprado para “fines ecológicos” (lo que esa bola de humanos ineptos no sabia era; que esos fines ecológicos incluían alimentar a sus de por si extraños hijos). Voltee a verlo.
-¿Haz enloquecido, imbécil?- grité poniéndome la cazadora de algodón que traía en el asiento trasero. Él por su parte, se había colocado los lentes de sol y me veía con cara de diversión.
- Vamos un poco de sol no mata a nadie- comenzó a reírse. El viento alborotaba sus cabellos negros. Entramos a la casa, mi casa era se esas que aun antes de entrar de verdad había que recorrer casi tres kilómetros de jardín para encontrarla, era así porque al ser vampiros no deseábamos ser molestados por nadie. Al entrar disminuyo la velocidad y paso luciendo su cuerpo hermoso a las chicas que recogían la hojarasca.
Me miro, estaba irritada de su ineptitud. Deseaba bajar del auto e irme caminando. Pero eso seria caer en su juego así que solo me senté ahí, me coloque la capucha de la cazadora y cruce los brazos.
-¿Por qué viniste tu por mi y no algún otro?- pregunte con voz monocorde, detuvo el auto a casi veinte metros del porche de la casa, suspiró.
-Hale estaba preocupado por ti, y pensó que si iba yo, no huirías. Me arriesgaba a ser mordido pero ya estoy acostumbrado a eso- arqueó una de sus cejas y sonrió- Además deberías ver las caras de Josh y Charly-se acomodó el cabello- casi se infartan cuando perdieron tu rastro- bajé la cabeza.
Tenía razón, pero aun así no volvería a casa, aunque claro, eso aun no lo sabía Soto. Bueno sí iba a volver y todo el rollo pero no como yo.
“Aahh, que lío” pensé. Me acomode en el asiento.
-Y ahora que estamos así, me quieres decir ¿Por qué demonios tienes que andar luciendo la piel?, ambos sabemos que el tónico de Hale no es para que lo pongas a prueba, no seas imbecil- espeté y le di un buen golpe en la cabeza, se sobo riendo. Me miro.
- Sabes que me gustan las reacciones humanas al vernos la piel- se estiró felínamente en el asiento- las chicas humanas que trabajan aquí creen que es extravagante, somos ricos hasta los dedos de los pies- se rascó la cabeza de nuevo- creen que nos implantamos algo en la piel- se encogió de hombros- ilusas- puso en marcha de nuevo el coche y lo estaciono en un lugar con sombra. Bajamos juntos y sacó unas maletas de la cajuela, ¿de donde las había sacado?, me encogí de hombros y entramos a la casa.

sábado, 19 de junio de 2010

Capítulo I Valery

Estaba exhausta, sabía que las terapias no estaban funcionando porque cada vez me sentía peor. Claro todos decían que era normal sentirse así “vaya, si que es una mierda”. Me tape la boca, ¿yo diciendo mierda? Sonreí levemente, me estaba convirtiendo en una enferma, pelona, grosera. Me levante lenta y trabajosamente de la “cama” y me dirigí al baño jalando el tripie.

Me miré en el espejo y suspire. “¿realmente era necesario llevar el cabello tan corto?”. Fruncí los labios y masajeé mi cabello, bueno lo que quedaba de él y mire a la chica del espejo con determinación. Debía salir de aquel martirio.

Regresé a mi dormitorio, mire el reloj de la cómoda, nueve veinticinco, si me apresuraba lo suficiente podría llegar antes de que la enfermera que me cuidaba hacia tres meses llegase. Corrí hasta la silla donde estaba la única muda de ropa que tenia, cuando llegué a ella tuve un desagradable acceso de tos. Todo gracias a las quimioterapias, me sostuve del asiento y cuando me recuperé, tomé las prendas y me cambié. Me veía fatal con mi cabello corto y mi piel, en un tiempo color caramelo, color gris pálido. Los jeans y la playera estaban bien pero no eran mi estilo. Me encogí de hombros, no importaba de todos modos iba a morir.

Salí cuidadosamente de mi habitación. Cuando un doctor me vio le sonreí tímidamente y extrañamente él me devolvió la sonrisa. Lo había logrado solo era cuestión de tiempo para salir y después de ahí debía alejarme lo mas posible de aquel infierno. Cuando puse un pie fuera del hospital, el calor me embriago ¿Por qué demonios mandarme hasta Río de Janeiro a tomar quimio? Me tambalee confusa pero nadie pareció notarlo, suspire aliviada. Hurgué en las bolsas del pantalón, traía casi trescientos dólares.

Hice la parada al taxi y le ordené que me llevara al lugar más lejano que podría llegar con trescientos dólares. El trayecto fue divertido veía gente correr, montarse en sus autos y en sus lanchas. Sonreí tristemente varias veces hasta que el chofer me indicó que ya no podía seguir, me baje y deambulé como zombi por cuatro días mas hasta que de pronto la angustia me embargo, además del hambre y el frío.

Me dejé caer bajo un árbol. Estaba más cansada que cuando corría. Cerré los ojos pero no dure mucho dormida, algo perturbo mi sueño. Una sombra detrás de los árboles. Me asusté y corrí hasta morir, literalmente, del cansancio, llore como niña, no quería morir. No así; sin nadie que me viera ni velara mi último aliento. Mi madre y su conservador esposo me habían mandado lo más lejos posible para ahorrares la vergüenza de ver como moría lenta y pausadamente.

Un acceso más de tos, este acompañado con sangre. Seguí sollozando, pensando en mi familia, mis primos, mis amigos; todos ellos me iban a extrañar, todos menos mi madre. Debía dejar de luchar, dejarme vencer, esa era yo, Valery Cabrera, la chica que se rinde siempre. Sollocé más fuerte sacando mi último aliento de rabia e ira hacia mi madre. Hacia la extraña en la que se había convertido. Entonces hundí mi cara en el lodo. Deseando dejar de respirar con esos pulmones deshechos de tanto toser, el cáncer se la había cobrado infernal conmigo. Primero el páncreas, después el estomago para terminar con los pulmones.

Había dejado de respirar cuando oí los pasos de algo, me enderece y trate de visualizar…